martes, 26 de agosto de 2014

Tsunami, 10 años después: Barcos tierra adentro

Decenas de miles de personas perdieron la vida en la isla de Sumatra en diciembre de 2004, cuando el tsunami azotó cruelmente sus costas. Hablamos con sus habitantes y todos nos cuentan historias dramáticas sobre cómo ellos salvaron la vida pero perdieron a alguno o a todos sus familiares. Hoy viven felices y la normalidad ha llegado a sus vidas de nuevo, pero al contarnos lo que pasó se emocionan y recuerdan con mucha tristeza aquellos días en que lo perdieron todo.

Un millón de personas perdió sus medios de subsistencia: tierras de cultivo, animales, barcos, mercados, negocios… todo quedó asolado, destruido y convertido en escombros y desolación.

Fauzi era voluntario de Cruz Roja en 2004. Colaboraba atendiendo a las personas heridas en el conflicto bélico de Banda Aceh, bien fueran guerrilleros bien fueran militares. Quería demostrar así su imparcialidad y neutralidad, dos de los principios fundamentales que caracterizan a Cruz Roja. Cuando vino el tsunami, Fauzi logró salvar su vida, pero desaparecieron su hermano y sobrinos. No puede evitar derramar unas lágrimas cuando nos cuenta que su hermano estaba entre los miles de cuerpos a los que él mismo retiraba los objetos de valor antes de ser enterrados. Decidieron recolectar todo el oro posible para venderlo después y conseguir fondos con los que poder ayudar a las personas que lo habían perdido todo. Hoy en día Fauzi es el responsable de preparación para desastres de la Cruz Roja Indonesia en Banda Aceh.

Nuestro conductor durante la visita a Indonesia es Din, un hombre muy tranquilo, sosegado e íntegro. Hoy tiene este trabajo, pero en 2004 era pescador y su historia nos pone los pelos de punta. Perdió a su familia al completo, ya que el tsunami les pilló en casa y no pudieron hacer nada. Él sin embargo se encontraba trabajando en el barco, no muy lejos de la costa. El patrón decidió rápidamente que lo mejor sería cambiar la dirección y poner rumbo a la ola. Le pareció lo más acertado y así fue: el barco logró pasar una primera ola, una segunda mucho más alta, de cerca de 30 metros de altura, y una tercera ola más pequeña. De esa manera tan valiente consiguieron salvarse todos los marineros que en ese momento se encontraban en el barco pesquero de apenas 40 metros. En esos momentos Din no era consciente de lo que esas olas provocarían minutos después en su querida Banda Aceh, y por tanto lo que le sucedería a su familia. Nos dice que no le da miedo volver a embarcarse, pero que este trabajo estaba esperándole.

Este barco permanece donde lo dejó el Tsunami. In memoriam.
El sector de la pesca fue uno de los más castigados por el tsunami, tanto por las pérdidas humanas que supuso como por los daños materiales. En la lonja de pescado de Banda Aceh murieron todas las personas que se encontraban allí esa mañana. El emplazamiento del edificio y su estructura impidieron que pudieran escapar del agua. Las flotas pesqueras resultaron gravemente dañadas. En memoria de este acontecimiento aún se puede visitar un barco como el de Din que quedó encallado en lo alto de unas casas del centro de la ciudad. Realmente nos parece mentira que el agua viniera con tanta fuerza como para arrastrar este pesquero a tanta distancia de la costa.

Las reservas naturales también se vieron seriamente dañadas por el tsunami. El agua salada inundó las tierras de cultivo kilómetros al interior. A día de hoy los manglares tan característicos de esta zona costera aún tratan de recuperarse del impacto, y los arrecifes de coral prácticamente desaparecieron, pero ya muestran una alta recuperación gracias sobre todo a un cambio en las técnicas de pesca usadas por el hombre. Aun hoy se pueden contemplar restos óseos de coral en las playas de Sumatra.


A pesar de tan severo castigo de la naturaleza, hoy en día los indonesios se han adaptado a vivir lo que les ha tocado, trabajando en lo que han hecho siempre o realizando nuevas tareas o nuevos oficios con los que poder subsistir y sacar a sus nuevas familias adelante. Todo un ejemplo, para el resto de la humanidad, de resiliencia y adaptación.

domingo, 24 de agosto de 2014

Escuelas que garantizan la formación de los niños de Meulaboh (Indonesia)

Más de cien niños y niñas acuden cada día a la escuela SDN 24 de Meulaboh. Estos niños aún­ no habían nacido cuando el tsunami castigó a esta localidad indonesia en diciembre de 2004, dejándola reducida a escombros y destrucción, pero están más que familiarizados con este fenómeno.

Dian, directora del colegio de primaria SDN 24 de Meulaboh.
Con el tsunami esta escuela quedó prácticamente desaparecida. Afortunadamente era fin de semana y el centro se encontraba vacío. Pasada la fase de emergencia, la administración rehusó la reconstrucción de la escuela porque había otras prioridades. Su actual directora, Dian, está tan agradecida a Cruz Roja por haber construido de nuevo la escuela, que se le saltan las lágrimas y se emociona al recordar lo que tuvo que luchar para que el gobierno local permitiera que este proyecto saliera adelante y retomaran de nuevo las clases.

Cuenta orgullosa que a lo largo de estos diez años ha ido aumentando paulatinamente el número de niños en la localidad y en su escuela. Hoy en día Dian y un equipo de 15 profesoras les forman en matemáticas, inglés, religión, ética, bahasa (idioma de Indonesia), gimnasia, lectura… proporcionando a los niños de Meulaboh una educación de calidad. Ahora es época de exámenes, por eso reducen a cuatro el número de horas de clase al día. Quienes pasarán a secundaria deben aprobar todo y  los encontramos más nerviosos.

La reducción y preparación ante desastres es una de las prioridades en Meulaboh desde 2004. Los niños reciben en la escuela y en casa información básica para afrontar un posible terremoto o tsunami y aunque no lo han vivido en primera persona, conocen las consecuencias terribles que ocasiona y lo importante que es una reacción rápida para salvar la vida.



El sistema educativo indonesio divide la formación del alumnado en 6 años de primaria, 3 años de secundaria y 3 años de bachiller. Para los indonesios el uniforme es una prioridad. Los niños y niñas visten iguales, conforme a unas pautas de colores establecidas para ropa de calle y deportiva.

Cuando terminan las horas lectivas, las escuelas albergan las actividades de ocio y tiempo libre de los diferentes grupos de scouts que hay en todo el país. A través de estas agrupaciones se trabaja la educación en valores y se les transmiten conocimientos complementarios a los que reciben en casa y en el colegio.

Continuando nuestra visita a Meulaboh nos dirigimos a la escuela de secundaria SNP 1 para conocer a un grupo de jóvenes de entre 12 y­­­­ 15 años que nos reciben excitados. Les llamamos mucho la atención y nuestra visita se convierte en un momento extraordinario que recordar y que contar cuando lleguen a casa. Nos hacen preguntas para conocer cómo es nuestro estilo de vida, si también nos gusta el fútbol, qué comemos en España y si tenemos juegos en el móvil. Quedan sorprendidos al darse cuenta de que, aunque físicamente no nos parecemos, no somos tan diferentes a ellos y que nos gusta el sitio en el que viven porque nos resulta muy tranquilo y acogedor y sobre todo porque ellos son muy amables y sonrientes.

- ¿Qué querríais ser de mayor?
Hablando con ellos descubrimos que uno de ellos quiere ser policía para ayudar a sus vecinos y protegerles, quiere convertirse en un hombre bien formado y capacitado para desarrollar ese trabajo. Otro compañero sin embargo quiere prepararse para ser ulema, el líder religioso de la región. Cree que si lo logra podrá salir fuera, aprender y mejorar la forma en que se vive la religión allí. Y una de las niñas más aplicadas nos comenta que de mayor será médico. Disfruta las clases de inglés y biología, se le da realmente bien y está convencida de que podrá aportar mucho a la sociedad si se dedica a ello.


Niños y jóvenes indonesios con grandes aspiraciones para su futuro, que quieren mejorar la vida de los demás y ser felices haciendo lo que les gusta.

viernes, 22 de agosto de 2014

Después de la tormenta llega la calma en Indonesia

Roni es una de las personas que sufrieron las terribles consecuencias del Tsunami de 2004, el maremoto que asoló hace ya 10 años el sudeste asiático con una fuerza y agresividad sin precedentes. En la región indonesia de Banda Aceh, al norte de la isla de Sumatra) fueron cientos de miles las familias que perdieron a parte o a la totalidad de su red social y por supuesto sus viviendas y medios de vida.

Roni tenía sólo 17 años cuando las olas le pillaron por sorpresa en los alrededores de su casa. Pudo salvar la vida porque alguien le alentó a correr hacia la montaña y se refugió en una zona elevada hasta que el mar volvió a descender pasadas unas horas. Pero perdió a sus padres, y todo en kilómetros a la redonda había quedado reducido a escombros.
                                                                                         
Una de las ONG que acudieron a la zona a socorrer a las víctimas le construyeron de nuevo su casa, una vivienda de unos 40 metros cuadrados, con una estructura y cimientos  fuertes, paredes y tejado de construcción y en definitiva un lugar seguro en el que poder continuar su vida. Durante los primeros años tras la tragedia Roni dejó Banda Aceh para vivir junto a sus abuelos en otra localidad. El pánico se apoderaba de él y era incapaz de superar el trauma de haber perdido a sus padres de esa manera. En esta zona se han sentido terremotos y tormentas antes, pero el maremoto de 2004 fue algo excepcional, nunca visto, que no dejó indiferente a nadie por sus consecuencias catastróficas.


Hace dos meses Roni contrajo matrimonio y esta semana está trabajando duramente junto a algunos familiares en la limpieza de su parcela, la misma donde se encontraba su antigua casa y construyeron la nueva, para asentarse allí lo antes posible y formar una familia. Recuerda con dolor aquellos días de descontrol, pánico y desastre pero asegura que ya ha superado el trauma, considera que allí va a estar seguro y que es donde debe vivir. Ya no tiene miedo. 

Durante este tiempo se ha implementado todo un sistema de alerta temprana de tsunamis, hay señalizaciones en las calles principales indicando hacia donde escapar, y la mayoría de edificios son más resistentes y fuertes. Además la mejora en las herramientas de comunicación en Indonesia ha sido aplastante, por lo que otro posible tsunami tendría hoy un efecto muchísimo menor en la población.

miércoles, 20 de agosto de 2014

Cuando por fin llega tu momento

El miedo a lo desconocido, a nuevas culturas, a visitar zonas remotas, no hace más que acentuar nuestra pequeñez humana y volvernos egocéntricos. Siempre he procurado combatir mis miedos para evitar caer en la mediocridad de quienes no van más allá. Por eso, desde hace varios años, decidí formarme para poder ser útil en Cruz Roja participando en alguna misión internacional. Creo en la cooperación internacional y en una ayuda humanitaria eficaz prestada de forma inmediata y profesional, y siempre he pensado que yo podría tener un hueco donde ofrecer mis conocimientos y conseguir algún pequeño cambio que marque la diferencia en la vida de alguna persona.

África siempre ha estado y está en mente, de una forma romántica, destacando en mis sueños a sus grandes mamíferos, la mirada intensa de los rostros de su gente, y la cultura y artes tradicionales. Por eso siempre he pensado que mi destino sería ese, y que mi primer contacto internacional sería en algún país de nuestro continente vecino.­

No sin algo de miedo y cierta incertidumbre dije que sí, de forma inmediata, a la propuesta que recibí en mayo por parte de Cruz Roja para visitar, como delegada de información, Indonesia con un equipo de profesionales de RTVE. No era África, pero había llegado mi momento, mi oportunidad. Eso era lo importante. Con este viaje conseguiríamos imágenes, testimonios y grabaciones para reflejar lo que supuso para las personas afectadas el tsunami de 2004 y cómo Cruz Roja Española acudió en su ayuda y ha permanecido ahí hasta hoy, casi ­­10 años después.

Una misión importante, necesaria para rendir cuentas, bonita y cargada de emociones que me transportarían 10 años atrás a la tragedia del maremoto que asoló el sudeste asiático y escuchar en primera persona los testimonios de aquellos que sobrevivieron, que perdieron todo, que despertaron... y comprobar que la reconstrucción ha sido efectiva, responsable y acorde a las necesidades de los afectados.

Cuando bajas la guardia y piensas que no va a llegar nunca tu momento, el destino te sorprende y te ofrece la oportunidad que estabas esperando. Nos ha pasado a todos en cualquier ámbito de la vida, ¿cierto? Mantengamos la esperanza y busquemos nuestra propia suerte, está ahí esperándonos y sólo tenemos que poner de nuestra parte.