Decenas de miles de
personas perdieron la vida en la isla de Sumatra en diciembre de 2004, cuando
el tsunami azotó cruelmente sus costas. Hablamos con sus habitantes y todos nos
cuentan historias dramáticas sobre cómo ellos salvaron la vida pero perdieron a
alguno o a todos sus familiares. Hoy viven felices y la normalidad ha llegado a
sus vidas de nuevo, pero al contarnos lo que pasó se emocionan y recuerdan con
mucha tristeza aquellos días en que lo perdieron todo.
Un millón de
personas perdió sus medios de subsistencia: tierras de cultivo, animales,
barcos, mercados, negocios… todo quedó asolado, destruido y convertido en
escombros y desolación.
Fauzi era voluntario de Cruz Roja en 2004.
Colaboraba atendiendo a las personas heridas en el conflicto bélico de Banda
Aceh, bien fueran guerrilleros bien fueran militares. Quería demostrar así su
imparcialidad y neutralidad, dos de los principios fundamentales que
caracterizan a Cruz Roja. Cuando vino el tsunami, Fauzi logró salvar su vida,
pero desaparecieron su hermano y sobrinos. No puede evitar derramar unas
lágrimas cuando nos cuenta que su hermano estaba entre los miles de cuerpos a
los que él mismo retiraba los objetos de valor antes de ser enterrados. Decidieron
recolectar todo el oro posible para venderlo después y conseguir fondos con los
que poder ayudar a las personas que lo habían perdido todo. Hoy en día Fauzi es
el responsable de preparación para desastres de la Cruz Roja Indonesia en Banda
Aceh.
Nuestro conductor
durante la visita a Indonesia es Din,
un hombre muy tranquilo, sosegado e íntegro. Hoy tiene este trabajo, pero en
2004 era pescador y su historia nos pone los pelos de punta. Perdió a su
familia al completo, ya que el tsunami les pilló en casa y no pudieron hacer
nada. Él sin embargo se encontraba trabajando en el barco, no muy lejos de la
costa. El patrón decidió rápidamente que lo mejor sería cambiar la dirección y
poner rumbo a la ola. Le pareció lo más acertado y así fue: el barco logró
pasar una primera ola, una segunda mucho más alta, de cerca de 30 metros de
altura, y una tercera ola más pequeña. De esa manera tan valiente consiguieron
salvarse todos los marineros que en ese momento se encontraban en el barco
pesquero de apenas 40 metros. En esos momentos Din no era consciente de lo que
esas olas provocarían minutos después en su querida Banda Aceh, y por tanto lo
que le sucedería a su familia. Nos dice que no le da miedo volver a embarcarse,
pero que este trabajo estaba esperándole.
Este barco permanece donde lo dejó el Tsunami. In memoriam. |
El sector de la pesca fue uno de los
más castigados por el tsunami, tanto por las pérdidas humanas que supuso como
por los daños materiales. En la lonja de pescado de Banda Aceh murieron todas
las personas que se encontraban allí esa mañana. El emplazamiento del edificio
y su estructura impidieron que pudieran escapar del agua. Las flotas pesqueras
resultaron gravemente dañadas. En memoria de este acontecimiento aún se puede
visitar un barco como el de Din que quedó encallado en lo alto de unas casas
del centro de la ciudad. Realmente nos parece mentira que el agua viniera con
tanta fuerza como para arrastrar este pesquero a tanta distancia de la costa.
Las reservas
naturales también se vieron seriamente dañadas por el tsunami. El agua salada
inundó las tierras de cultivo kilómetros al interior. A día de hoy los
manglares tan característicos de esta zona costera aún tratan de recuperarse
del impacto, y los arrecifes de coral prácticamente desaparecieron, pero ya
muestran una alta recuperación gracias sobre todo a un cambio en las técnicas
de pesca usadas por el hombre. Aun hoy se pueden contemplar restos óseos de
coral en las playas de Sumatra.
A pesar de tan
severo castigo de la naturaleza, hoy en día los indonesios se han adaptado a
vivir lo que les ha tocado, trabajando en lo que han hecho siempre o realizando
nuevas tareas o nuevos oficios con los que poder subsistir y sacar a sus nuevas
familias adelante. Todo un ejemplo, para el resto de la humanidad, de
resiliencia y adaptación.
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